Ubicación: Calle Real, 6
Huerta del Marquesado (Cuenca)
España
Código Postal: 16316
Teléfono: 654989615
Horario: Sólo comidas. Cierra martes y miércoles
Menciones: Recomendado Michelin y 1 Sol Repsol
Tipo de cocina: De autor
Te puede interesar: Fácil aparcamiento y Solo menú
Web: https://fuentelgato.com/
Precio estimado: 150,00€
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Fuentelgato es uno de los máximos exponentes de esa interesantísima corriente en la hostelería actual, al albur de la cual, jóvenes parejas de chefs y sala, ambivalentes en muchos casos, tras formarse y trabajar en restaurantes gastro de grandes capitales, huyen del mundanal ruido y deciden regresar a sus lugares de origen en entornos rurales de la España vaciada, montando su propio restaurante, abasteciéndose de productos de proximidad, ecológicos, etc., con elaboraciones aparentemente sencillas y emplatados sobrios. Tras la reseña de @jose que se encuentra debajo de esta y cuya lectura te recomiendo, había intentado venir en varias ocasiones, pero por h o por b, no había sido posible.
Este invierno al fin nos llegamos a Huerta del Marquesado, un pueblecillo conquense de apenas 150 habitantes, cerca de ninguna parte, en las estribaciones más inmediatas de la Serranía de Cuenca, para comer en Fuentelgato y dormir en una casa rural que tiene la familia un edificio adyacente.
Ni un alma por las calles… ni en el restaurante. Ese frío mediodía teníamos la sala para nosotros solitos. Una sala rústica renovada, pequeña pero desahogada, adornada con austeridad y buen gusto con unos pocos cuadros discretos y muchas botellas de vino colocadas graciosamente. Sillas y mesas desnudas de madera. Resulta de todo ello una atmósfera de lo más agradable a lo que también contribuye la iluminación natural que entraba de un ventanal, la artificial, bien colocada, y la música ambiente setentera-ochentera.
Es propiedad de Olga García y Alex Paz, ella es del pueblo y él valenciano, se conocieron estudiando y trabajando en Valencia según nos contó Olga, habiendo pasado por varios buenos restaurantes.
Su propuesta gastronómica cumple escrupulosamente todos los ítems de la corriente de la que hablaba en la entradilla de esta reseña, excepto uno, que vulneran estrepitosamente: el de la proximidad. Aquí no hay proximidad que valga, son gente libre, sin complejos ni ataduras que buscan donde sea el mejor producto, o el que más les interese. Baste como ejemplo que el pan… lo traen de Madrid. Los guisantes, del Maresme, la codorniz, de Las Landas… Y el pescado, pues no, no es trucha, ni cangrejo de río. Hablando de pescados, al explicarnos al inicio de la comida su propuesta, muy parcamente comentó que la carne no les emocionaba y que en sus pases íbamos a encontrar sobre todo huerta y pescados.
Tomamos el menú degustación largo (115€) de los dos que tienen, y que hay que concretar al reservar, que cambian por lo que nos dijeron constantemente, y que ese día consistió en la siguiente sucesión de pases:
——————
*Empanadilla de ortigas/Requesón de cabra
*Tomate/Pimiento rojo
*Guisantes/Rábano
*Calamar/Maíz
*Espinacas/Caracoles fritos
*Col/Toffee de ajo/Sabayón
*Lubina/Vinagreta de pochas
*Pinzas de Bogavante aliñadas
*Bogavante/Grasa de cerdo
*Arroz de trompeta/Tinta/Mantequilla de cabra
*Rape frito/Hierbas
*Níscalos/Riñones de conejo
*Ostra/Berenjena/Cebolla
*Codorniz/Mojo
*Pera/Laurel/Vino blanco
*Almendra/Café/Caviar
—————
No puedo decir otra cosa que no sea que comimos maravillosamente. Cocinan de miedo, un espectáculo. Pero un espectáculo no de fuegos artificiales, sino un espectáculo de ejercicio de sencillez.
Sobriedad en las elaboraciones, con muy pocos ingredientes por plato (en este aspecto me recordaron a Nerua y a Forastera), desnudez, naturalidad y sencillez, cómo no, con mucha técnica detrás, pero al servicio del producto, con puntos y temperaturas impecables.
Producto excelso, de temporada de algún sitio por un lado, y caro por otro, no escatiman: bogavante, ostras, caviar, guisantes lágrima, codorniz de Las Landas…
Y presentaciones en la misma línea, con emplatados, repito adjetivos, sobrios, sencillos, desnudos, la inmensa mayoría de las veces sobre cuencos o platos semi-hondos, nos hizo gracia ese detalle. Como también nos hizo gracia que, en todas las ocasiones, Olga colocara perpendicular al comensal la disposición del producto que había en el cuenco.
Todos los pases nos gustaron mucho, entusiasmándonos alguno de ellos, que paso a citar: los guisantes, por ese recrujir, ese dulzor salino enloquecedor y ese mambo frescor del rábano; las espinacas con caracoles, por los matices del plato y la originalidad y textura del caracol, tan frito que parecía deshidratado; los riñones de conejo con níscalos, precioso emplatado como en rodajas sonrosadas (pinchar foto de abajo para ampliar) y deliciosa su mordida junto a la del rebollón-botón; la codorniz, presentada como una mesa de disección quirúrgica, plena de sabor, untuosa pese o gracias a ese churruscado exterior, ese punto-menos interior y ese mojo “mejorante”; y el segundo postre, el helado de café con almendras y caviar, vanguardista en su concepto, evolucionado, con ese juego genial de texturas, temperaturas y procedencias, terminando la degustación de cada cucharada con unos recuerdos envolventes y salinos que te hacían levitar.
La carta de vinos, merece capítulo aparte, una pasada. Vaya par de frikis, en todos los aspectos, pero en este aún más, los amigos Olga y Alex. Encontrarte en ese pueblo, en ese entorno, en esa sala, con no sé, al menos 30 espumosos creo que conté, todos champagnes de pequeño productor, excepto un sekt… ¿really? O que los alrededor de 100 blancos y tintos, fueran en su inmensa mayoría franceses también, desconocidos casi todos, con un par de italianos, alemanes y un puñado de españoles (ni uno sólo de Cuenca)… pues tampoco deja de sorprender. Curiosa, curiosa. Como lo es el modo de ordenarlos, por precio, dentro de su apartado: espumosos (de 72 a 500€), blancos (de 36 a 470€), rosados (de 37 a 74€) y tintos (de 36 a 455€)
Tomamos una botellita de un maravilloso champagne blanc de noir, Thibault Tassin Soirée d’hiver en Pays Aubois, y atacamos cuando la terminamos un tinto divertido a rabiar, Fuentelgato 2023, coupage oscense de garnacha tinta, garnacha blanca y moristel, de Jorge Olivera, y que elegí porque pensé que si en esa pedazo de carta de vinos tan singular, tenían un vino del Sobrarbe y le habían puesto su nombre… tenía que ser la repera. Y lo fue. Rollo Pfifferling total.
El servicio, prestado en esta ocasión por Olga, pues en la línea de la propuesta culinaria y estética, y vuelvo a repetir adjetivos: sobrio, sencillo, austero. Y añado uno más para este apartado: parco. No invita a conversar, más bien lo contrario, te presenta el plato con tres palabras (no exagero), por ejemplo “calamar y maíz”, y desaparece sigilosamente, del mismo modo que aparece para retirarlo cuando has terminado. Si le preguntas, responde educadamente, pero como marchándose ya. A Alex le vimos sólo cuando nos íbamos, que se asomó a saludarnos.
Gente con mucha personalidad, desbordante y divergente, libres y creativos, con puntillo friki. Te ofrecen lo que les viene en gana y como les place. Si te gusta bien, y si no, puerta. Del mismo modo afrontan el tema Michelin: ojalá les den la estrella, nos decía Olga en una de las pocas veces que conversamos con ella, no por ego, sino por llenar el restaurante y así poder mantener su propuesta mucho tiempo y vivir como les gusta, pero ellos no van a mover un dedo para conseguirla: ni aperitivos, ni petit fours, ni van a cantar los pases rimbombante y largamente, ni emplatados plásticos, ni productos y elaboraciones de moda. Ellos, a lo suyo.
Hablando de reconocimientos, flipé al entrar y observar que tienen ya 1 Sol Repsol y que constan como Recomendados en la Michelin, además de otras distinciones. Yo pensaba que no eran tan conocidos, o no lo recordaba.
Te podrá parece caro o barato, podrás pensar que pecan de deslocalización, te podrán caer mejor o peor, pero es indudable que se come de escándalo, que tienen muchos bemoles y que se merecen poder vivir bien de su apuesta.
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Gran sitio. Estoy deseando repetir, aunque me pilla bastante a desmano.
Me sorprenden las bajas puntuaciones en algunos apartados.
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Sip, te explico con mucho gusto:
– Les he calificado con la puntuación máxima en cocina, 5, pese a que está totalmente deslocalizada y es algo que no deja de crujirme (le he dado bastantes vueltas a este tema) pero el resultado en el plato es sublime y avanzado, por lo que creo que se lo merece.
– También se lleva el premio gordo el tema vinos, pese a que la carta es 95% referencias francesas y no tiene ninguna de la zona, algo que también me cruje aunque ciertamente eso se pueda obviar para otorgar la calificación, y pese a que el servicio del mismo no es de 5 ni mucho menos, y esto ya sí que no debería obviarse, pero por su singularidad y longitud se lo doy.
– El local es el que es, ya lo has visto, pues eso, un 3, que es más de la media, podíamos traducir un 3 como “correcto” y eso es lo que para mí es. Añadir que por un lado olía de miedo, qué maravilla de ambientador, y por otro que hacía bastante frío durante la primera parte de la comida.
– El servicio, tal como explico en la reseña ampliamente, aunque ciertamente fue rápido y efectivo, también fue parco y huidizo, creo que con un 3 (“correcto”, insisto) no me quedo corto.
– Y la RCP… 115 € un menú degustación en un lugar como el que hablamos, no me parece ningún regalo, al final pagué casi 160 € (el vino más barato 37 €) por persona, pues eso, “correcto” nuevamente.
Dicho todo esto, yo creo que tal como se desprende de la lectura de mi reseña, la conclusión es que recomiendo encarecidamente la visita a este rinconcillo conquense, esta parejica se merece poder vivir holgadamente de su peculiar apuesta.
Abrzs
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Ya, claro, por supuesto, son tus opiniones.
Local: a mí es que salvo que sea una cochiquera o destaque especialmente, sinceramente y perdón por el vulgarismo: me la pela. No recuerdo yo el sitio como algo anodino o frío (literal o figurado). Tampoco lo recuerdo espectacular. Bueno, es que yo directamente quitaría esa valoración o la ponderaría mucho menos, porque salvo que sea muy cutre es algo que no suelo valorar y que me da igual.
Deslocalización: interesante punto sobre el que debatir. A mí todo esto del km.0 y el consumo local me parece muy importante, pero tampoco forzándolo. El entorno donde está Fuentelgato es el qué es. Y da lo que da. Se podría forzar, como he visto en algunos otros sitios, pero supongo que ellos han decidido no hacerlo. Para mí es como los vinos naturales. Si están buenos, suma. Si no, no suma o incluso resta. ¿Juzgamos lugares como Diverxo con esos mismos criterios de deslocalización? No me parece justo.
Vinos: volvemos al punto anterior. ¿Hay bodegas en la zona? Bueno, parece que en el mismo pueblo hay una. Le pregunté a la chica y me dijo que no valía nada, que si lo valiera serían los primeros en tenerlos. Yo estuve hace tiempo y bebí dos vinos, ambos españoles, uno de Toledo y otro de El Hierro. Españoles, sí, pero ninguno estrictamente local. ¿Es más local tener un albariño de Rías Baixas (900 km) que un Jurançon (500 km)?
No sé, volviendo a la grosería de antes, a mí el nacionalismo vínico, me la pela. Me molestaría que en una zona de vinos no tuvieran cosas locales. Y de hecho siempre procuro pedir local, pero, más allá de esa bodega del pueblo que no les gusta, ¿Hay realmente vino local en la zona que merezca estar en esa carta?
Y sobre el servicio, no me parecieron secos, fríos, parco o huidizo. Tampoco soy yo de hablar mucho con el servicio, así que como no doy el coñazo, prefiero que tampoco me lo den a mí.
La RCP, no lo sé, yo pagué bastante menos, creo, pero los tiempos están cambiando, como cantaban Dylan.
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Qué lugar tan curioso. Tan peculiar. Tan… ¡ chulo !
Las cosas como son. Es raro llegar aquí por casualidad. Sabes a lo que vas. Y aun así… qué curioso resulta.
Apenas a 60 kilómetros de Teruel. A tiro de Piedra de Cuenca. A un silbido de Fuentes (¿concebollistas por aquí?). A casi la misma distancia de Valencia que de Madrid. Bosques que llenan la vista de verde profundo. Un estrecho cañón por el que discurre saltarín y feliz el Cabriel. Una chulada de paseo para llegar allí, la verdad.
Y llegas allí. Y te sorprende la sorpresa. Porque, como les decía, lo que sentía era que mi cuerpo estaba allí, pero llevaban la mente a otro lugar. Quizá más cerca de Valencia. Gente maja. Encantadores. Insultantemente jóvenes, para quien ya es anodinamente viejo. Gente tan maja que transcribieron el menú, a mano, en una tarjeta. Y algo tan esencial, como que se tomen su tiempo, para hacerlo a mano con preciosa caligrafía… pues eso. Gente requetemaja.
Menú corto y largo. Que cambia según evolucionan las temporadas; según van y vienen los campos, los mares, las borrascas y soleadas. Yo al corto, que no estoy en edad. Y sin alcohol, que hay que conducir. Y bien que me pesa, porque tienen botelleo bien chulo y del que apetecen muchas cosas, y apetece departir con ellos un poco más acerca de esos vinos en esa cocina.
Menú corto, decía. Destellos. El caldo de oreja, que templa el alma aun sin tener frío. La vainilla con el mejillón, con aquella patata. El cochino haciéndose amigo del calamar. La sorpresa de un besugo, que al verlo (mal) pensé que estaba pasadísimo de punto y resultó estar impecable. La torcaz en dos pasos. Una codorniz que había que llamar de usté y agradecerle a la anguila su presencia. Que en el paseo previo vi unas higueras, que aun húmedas inundaban la calle con su feliz aroma… y eso mismo me encontré en su postre de higos y helado de higuera con preciosa textura. La sorpresa de la pera con cebolla y especias.
Un lugar especial. Con todo por delante.
El asunto del menú corto, con una cerve sin, y un café con hielo por pizca menos de 90 EUR.
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Ostrás qué duende trasmites que tiene!
No había ni oído hablar de él.
Oye, y eso de Fuentes y “concebollistas”… creo que lo pillo, pero que lo pillo mal, no es `posible que vayas por donde atisbo…
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Seguro que sí es por ahí por donde voy. Es una broma con las cebollas de Fuentes. Como la piedra con la primera letra en mayúsculas delante de Cuenca. ¡ Las letras son una maravilla para las bromas ! ^___^ ( y las cebollas, ¡ dos ! )
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Oño, pues entonces efectivamente sí la había pillado!
Pese a tu contrastado vasto acervo cultural gastronómico, no imaginaba yo que pilotaras con esa familiaridad el tema de las cebollas de Fuentes, pero me has vuelto a sorprender.
Y lo de Piedra, dudaba yo entre el Monasterio (demasiado lejos) y la Ciudad Encantada…
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