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Pues desde 1932 llevan los Bonilla, pero es ahora desde hace pocos años cuando les están llegando todo tipo de reconocimientos.
Yo las conocía desde hace como dos décadas, cuando visité por primera vez el restaurante Joaquín Schmidt, ya que este peculiar personaje, además de servirlas siempre como aperitivo o incluso como parte de algún pase, tiene el icónico bote como decoración de su local, un local de lo más warholiano, y… ¿qué producto español hubiera elegido Andy Warhol sino el bote de Bonilla a la vista? La versión patria de la lata de Sopa Campbell.
Fui a Manglano, qué barbaridad de mantequería, a comprar quesos para una tabla con la que quería cerrar una cena en casa con unos intimísimos amigoX, y ahí estaba la lata llamándome.
Al sacarla esa noche de aperitivo, mis amigos pensaron lo hacía por “lo de la película”. Yo no sabía a qué se referían (soy 0 cinéfilo), y me contaron que alcanzaron gran fama al salir en la película surcoreana “Parásitos”, Óscar a la Mejor Película 2020.
Luego, documentándome para hacer esta reseña, leo que Oprah Winfrey también las incluyó en una lista que publica con sus productos favoritos, que las sirvieron en el pícnic de la coronación de Carlos III… y si buscas, encuentras muchas más anécdotas. Increíble.
Quién se lo iba a decir a Salvador Bonilla cuando en 1932 montó una churrería en El Ferrol tras regresar de unos años en la Marina (de ahí lo de “a la vista”, que es como respondía cuando le daban el altoquienva y el contestaba “Cabo Bonilla a la vista”).
¿Y las patatas qué tal están? Pues macanudas, están macanudas. Son estupendas, las hay igual de ricas por ahí (y muuucho más baratas), pero si a eso le sumas lo del bote tan icónico… pues éste es el resultado.
Las que van en bote, se elaboran igual que las de bolsa, pero llevan una selección especial con el tema de tamaño, color y tal.
Perfecto porte, finas, suaves, sabrosas, textura crunch, con un recrujir de almidón como sequito…
¡Aúpa esos Bonilla!
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