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Me extraña que no estuviera reseñado este clásico madrileño.
Taberna con raigambre situada en la parte de atrás de la estación de Atocha.
Bodegas Rosell es un bar bastante castizo, donde se viene a comer eso que alguien puso de moda llamarlo como tostas, raciones clásicas y algunos platos más elaborados. También cuentan con salón, pero siempre he comido en el bar.
Aunque ya está superado, en tiempos no muy lejanos, era un lugar donde poder beber algo mejor que en los clásicos bares madrileños, pudiéndolo clasificar como bar de vinos. Ya hay sitios con mejor y más original oferta, pero aun así hay botellas que se salen de lo común y a unos precios más que aceptables para como está la cosa en la capital.
En mi última visita, para tres con hambre y sed:
– Croquetas variadas (jamón, cabrales y bacalao).
– Bacalao rebozado (que elegí yo al creer que eran estilo pavías, pero son como croquetas, por lo que fue algo redundante).
– Revuelto de setas y morcilla.
– Solomillo de cerdo al cabrales.
Todo muy sencillo y rico, en una comida donde el objetivo no era puramente gastronómico.
Para beber: 12 Volts y Dido La Universal tinto.
140 euros en total.
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Juerrrrr, qué buenos momentos he pasado en Bodegas Rosell!!!
Hace siglos que no voy, pero me encantaba.
Aunque ahora no es mi variedad, recuerdo que ahí me enamoré yo, de la mano de un amigo madrileño, de la malvasía volcánica, al sacar unas copas de una llamativa, por entonces, botella azul, Yaiza. Fue en mi primera visita, pues no hará años de eso.
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Yo hacía muchos años que no iba, para mí tiene bastante encanto. Y además, como no reservan, se puede improvisar visitas si se está por la zona.
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