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Si en mi ciudad voy y os lo cuento, ¿por qué no hacerlo en otras ciudades? Que no todo son oropeles y la cocina se libra en otras trincheras.
Es un barcín. Limpio y directo. Mesas a un lado. Barra al otro (lo del fondo es una cocina amplia y limpia como los chorros del oro). Bocadillos y raciones. De la zona. Lo normal. Aquí no vengáis a por baos y dumplings-Jack-flash (gimme gas, gas, gas).
Ojocuidao, que tiene nevera de vinos para tomarlos por copas (o por botellas, no me seáis melindríticos). Y nada de vinos ramplones, que alguno hay que te alegra el día, la tarde y la mitad de la noche.
Merecida reputación tiene el bocadillo por el que peregriné: De pulpo a feira con queso San Simón y cebolla a la plancha (según lo escribo me apetece comerme otro raitnau). Que si no os apete con esos aditamentos el de pulpo a feira sin más también esta chipén (y me hizo feliz el viaje de vuelta). Si tenéis algo de suerte puede que haya empanada de grelos. Riquísima y de masa fina de (como debe ser) pan. Me quedé con ganas de probar el de jamón asado (¿o era carne asada…? No recuerdo bien). Y sí, los bocadillos tienen el tamaño que han de tener: Hijonotemequedesconhambrequeestásmudelgao.
Pues nada, lo dicho, comer a dos carrillos, un par de bocadillos bien completos y un par de mirindas por 18 EUR.
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