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No suelen parar muchos turistas por esta ciudad, salvo que seais peregrinos que vayáis a ver la tumba del poeta y místico sufí Rumi y creador de la danza de los derviches (sí, la de voglio vederte danzare).
Pero sí estáis por allí no debéis dejar escapar la oportunidad de comer aquí. Un restaurante que hace bandera de la cocina turca clásica y dispone una carta con platos de la cocina turca selyúcida y de la cocina otomana.
Disponen de un menú degustación bien de precio, pero que nosotros no pedimos (aunque nos arrepentimos) y preferimos pedir de carta.
Comimos un guiso de berenjenas secadas al sol con cebolla y especias, otro de pollo con miel, almendras, albaricoques secos, pasas y especias (mahmudiye se llamaba el plato) y un biryan de ternera que consistía en ternera, manzana verde, cebolla, canela, nueces y especias, presentado en una cacerola de barro, donde se había cocinado.
Todo delicioso.
El servicio es muy atento, te lo explican todo perfectamente (en inglés, claro).
No sirven alcohol.
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