Daluán



Ubicación: Costera de la presó
       Morella (Castellón/Castelló)
       España
Código Postal: 12300
Teléfono: 964160071
Horario:
Menciones:
Tipo de cocina: Tradicional
Te puede interesar:
Web: http://daluan.es/index.html
Precio estimado: 50,00€

Valoración media :  
5 stars   0
4 stars   2
3 stars   0
2 stars   0
1 stars   0
4 estrellas de 2 Valoraciones
Cocina 4 4
Servicio 5 5
Local 4 4
Servicio del vino 4 4
Relacion calidad-precio 5 5
Compártelo

8 comentarios sobre “Daluán

  • el 3 diciembre, 2020 a las 06:36
    Permalink

    Dentro de esas pequeñas coincidencias que se dan en la vida, puede encontrarse la casualidad de que con menos de una semana de diferencia, nos hayamos dejado caer por este restaurante de la pequeña y preciosas localidad de Morella, tanto el gran Toni, como un servidor, sin mediar ningún tipo de comunicación, y en mi caso, sin haber oído hablar del restaurante en mi vida, y más a más, en pleno noviembre y entre restricciones varias, uno llegando desde Alicante y el otro desde Zaragoza.

    Poco que añadir a lo comentado sobre el entorno, local o trato. Aunque en mi caso, en lugar de ser recibido por Aniceto, lo hizo una señora de lo más entrañable y diligente. No califico el vino, pues me limité a que me sirvieran un par de copas (un Penedés y una garnacha que no concretaron procedencia).

    Como ya comentaba, al desconocer de la fama del restaurante, me dediqué a fisgonear por guías y cartas, y entre los tres que poseen el Bib Gourmand (otro día, no creo que mucho más alejado de la próxima semana, daré cuenta de otros de ellos, hay que hacer otra muesca en la culata, digooo, cuchara) y lo que me hizo decantarme por Daluan, fueron dos de sus platos.

    Coca de setas de cardo, morcilla con piñones, torrezno y ajoaceite.
    Canelón de la abuela con setas y su rustido.

    Aunque con dos magníficas correcciones, tras mi consulta sobre si las setas de cardo eran silvestres me comunicaron que por razones de suministro se trataba de níscalos, perdón rebollones (en mi casa comemos rebollones, aunque no tanto, que tampoco es que nos chiflen, esperando comentario de Aurelio…), y que el canelón de la abuela iba acompañado de trufa, y que trufa, y que cantidad, y sin añadir un euro a su precio de carta. Magníficos ambos, aunque de la megacoca, solo di cuenta de la tercera parte (y no exagero), y es que tras disfrutar de las diferentes mantequillas, fui consciente de que algo iba a tener que dejar, y ese megacanelón con trufa no iba a ser.

    Lo dicho, sitio para apuntar y repetir, aunque a corto plazo no lo vaya a hacer.

    Valoración media 4 4
    Cocina 4 4
    Servicio 5 5
    Local 4 4
    Servicio del vino 0 0
    Relacion calidad-precio 4 4

  • el 10 noviembre, 2020 a las 14:52
    Permalink

    Para todos aquellos que nos auto-diagnosticamos como “caza-restaurantes” siempre existen lugares que ejercen una potente atracción sin ni siquiera haberlos visitado aún. Bien sea por los comentarios leídos en la red, bien sea por haber oído hablar de ellos a otros “enfermos de la gastronomía”, bien sea por haber visionado algún documental en la televisión… sea por lo que sea, son restaurantes que despiertan el gusanillo y a los que tienes claro que, más pronto o más tarde, acabarás visitando. Daluan, en la monumental población de Morella, siempre ha sido uno de esos lugares. Las valoraciones vertidas en diferentes portales de gastronomía por comensales aficionados a esto del buen comer, reportajes vistos en la televisión y juicios altamente favorables de amigos a los que yo mismo había enviado a testear el lugar sin conocerlo de primera mano ejercían tal ansia que ni la mismísima pandemia que tan significativamente está alterando nuestras vidas ha podido contener.

    Nos acercamos a Morella casi exclusivamente para comer en Daluan. Sensaciones enfrontadas nos invaden durante el largo desplazamiento hasta Morella y, especialmente, cuando llegamos a la capital de Els Ports. Por una parte, la alegría de revivir aquella ilusión que genera cualquier viaje, el placer de conducir y alejarse de la cotidianeidad y, por momentos, una falsa sensación de que todo vuelve a ser igual que antes de la irrupción del virus. Por otra, la tristeza de llegar a una ciudad de aspecto fantasmagórico, con multitud de comercios cerrados, sin encontrar apenas transeúntes por sus calles y, los pocos que somos, con el rostro oculto tras la mascarilla y cambiándonos constantemente de acera para evitar el acercamiento con los demás. Muy triste.

    Esa pena se nos olvida con sólo cruzar el umbral de la puerta. Encontramos el restaurante en una callejuela muy estrecha donde resulta cuasi imposible que lleguen los rayos del sol. En la puerta nos recibe cordialmente Avelino, propietario del negocio, que nos encamina directamente a las escaleras pues, en la parte de abajo del local, no existe un salón interior. Únicamente vemos una terraza cubierta que ocupa prácticamente el ancho de la calle. La sala principal la encontramos en el piso de arriba. Se trata de un pequeño salón decorado con un estilo un tanto ecléctico, pero que rezuma sosiego y confort. Se combinan elementos rústicos como la bóveda de ladrillo cara vista o el pavimento de madera con otros más contemporáneos como los muros acolchados o una acertada iluminación blanca y abundante que suple la carencia de luz natural provocada por la estrechez de la calle a la que dan los ventanales.

    Aunque existe la posibilidad de pedir “a la carta” optamos por la opción de menú degustación Tierra que ofrece unos snacks de bienvenida, cinco aperitivos, un plato principal a elegir, prepostre y postre por 42 €. No lo dudamos ni un instante.

    Como inicio de la comida nos muestran unas trufas negras que acaban de recibir. Sabíamos de la pasión y el buen uso que se hace del hongo en esta comarca y, en particular, en esta casa. A pesar de ello, no esperábamos encontrárnoslas en el menú pues apenas se acaba de abrir la temporada. Nos alegra que ya las haya. Nos laminan unas lascas (abundantes) y las riegan con un aceite de oliva de La Finca Varona la Vella de la cercana localidad de San Mateu. Nos invitan a tomarlas con pan y sal maldon. Nos sorprende el intenso aroma que impregna toda la sala. Mucho más tenue el sabor de éstas. Además de la trufa, nos sirven unas ricas mantequillas (tomate, romero y tomillo) y unas aceitunas encurtidas. Más tarde nos ofrecen un poco de caldo de olla morellana, perfectamente desengrasado, pero de potente sabor y a una temperatura muy acertada como reconstituyente en días fríos que son los predominantes en esta comarca durante el otoño y el invierno. Empezamos muy bien.

    A los snacks de bienvenida le siguen cinco ricos platos que se sirven en emplatado individual y que constituyen ya de por sí, cinco potentes raciones. Al turrón de queso tierno con higos, que resulta sorprendente por su concepto, textura y temperatura, le sigue la deliciosa milhojas de foie y cecina con las compotas de temporada que, a la postre, resultará ser uno de los puntos álgidos de la comida.

    Tras éstos, nos sirven un tataki de gamo, macerado al tomillo y romero con cebolla roja y trufa que encontramos demasiado frío (plato más bien veraniego que ahora se podría servir atemperado) y un dúo de croquetas (la croqueta morellana y la cremosa de jamón) perfectas en su ejecución. Finalizamos el momento de entrantes con un clásico: cremoso de patatas con yema de huevo y trufa que, no por estar ya muy visto, deja jamás de agradar y proporcionarnos grandes dosis de placer. Destacable la sedosidad del puré y el perfecto punto de cocción de la yema.

    Llegados a este punto percibimos que ya vamos bastante justos en cuanto a capacidad de ingesta. A pesar de ello recibimos con ganas los platos principales: cordero lechal al horno, en mi caso, y carrillera de ternera y cremoso de patatas para quien me acompaña. Cocina auténtica, tradicional, contundente… sin concesión alguna a la modernidad, ni falta que le hace. Destacable la melosidad extrema de las carrilleras y las deliciosas guarniciones de uno y otro plato.

    En el apartado dulce nos sirven un vistoso Magnum de té de roca que, en cierto modo, nos ayuda a bajar la sensación de hinchazón y que nos refresca el paladar y el postre propiamente dicho que cada uno ha elegido. En mi caso, una tarta de queso casera (horneada y sin compotas) a la que nada se le puede reprochar.

    En el apartado de bebidas se pidieron una 1906 de estrella de Galicia, varios refrescos, una botella de Coto de Haya garnacha centenaria y unos cafés. La carta de vinos reúne un número adecuado de propuestas sin tocar referencias de alta gama pero con una representación significativa de las principales zonas vinícolas del país. Buenas copas para el servicio.

    Trato exquisito por parte de Avelino, quien nos despide en la zona de abajo, y, especialmente, el recibido por Jovita, su mujer, que, en compañía de una única persona, se encargan del servicio de todas las mesas de la sala. Amabilidad, eficacia, simpatía y buen hacer que vienen a reforzar aún más una experiencia altamente placentera. Si a ello le sumamos la excelente relación calidad-precio, no les quepa la menor duda de que las altísimas expectativas con las que nos sentamos a la mesa quedaron suficientemente saciadas y bien justifican futuros desplazamientos hasta Morella para disfrutar de un lugar así.

    Valoración media 4 4
    Cocina 4 4
    Servicio 5 5
    Local 4 4
    Servicio del vino 4 4
    Relacion calidad-precio 5 5
    • el 12 noviembre, 2020 a las 07:56
      Permalink

      Como yo soy, como tú, “caza-restaurantes”, pero además soy “caza-pueblos bonitos”, me hago una escapada a Morella y como en Daluán pero… ¡¡¡YA!!!

      😉

      • el 12 noviembre, 2020 a las 08:51
        Permalink

        Y, como además eres un “caza-kilómetros”, aprovecha el viaje y pásate por Ares y Culla como hice yo. Vas a flipar de pueblos bonitos!

        • el 14 noviembre, 2020 a las 10:50
          Permalink

          Sí jaja, gracias, conozco la zona, te dejas a mi gusto el más bonito: Forcall

          Nunca olvidaré un día de adolescente que íbamos con un tío mío en coche a Cullera (desde Zaragoza) y se desvió solo para que conociéramos ese pueblo, y tomamos unos cangrejos de río cocinados con tomate picantón que eran una locura, en un restaurantillo que estaba en la zona porticada

          • el 26 noviembre, 2020 a las 09:08
            Permalink

            Hostia Toni, que casualidad, yo estuve el jueves pasado comiendo y me había perdido tu comentario, además estuve valorando los 3 que tienen Bib Gourmand, y caí en este por potra, si hubiese visto tu comentario no hubiese dudado lo más mínimo.

            Aun tengo que bajar otro día por la zona, supongo que ya cambiaré, porque los otros también me ponían bastante…

Deja un comentario