Atalaya



Ubicación: Carrer del camí de l’atall, 1A
       Alcossebre - Alcalà de Xivert (Castellón/Castelló)
       España
Código Postal: 12579
Teléfono: 630358306
Horario:
Menciones:
Tipo de cocina: Creativa
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Web:
Precio estimado: 60,00€

Valoración media :  
5 stars   1
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5 estrellas de 1 Valoraciones
Cocina 5 5
Servicio 5 5
Local 4 4
Servicio del vino 5 5
Relacion calidad-precio 5 5
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3 comentarios sobre “Atalaya

  • el 21 diciembre, 2020 a las 14:01
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    Alcossebre: destino gastronómico de moda.

    La costa castellonense, también conocida como Costa del Azahar, es, posiblemente, una de las zonas del Mediterráneo valenciano que ha sabido imponer un cierto control en su desarrollo urbanístico y en el impacto medioambiental de éste en el entorno. A excepción de alguna aberración urbanística de sonado calado mediático y que ahora no viene al caso mencionar, el estilo de construcción adoptado en estas comarcas y una afluencia de visitantes mucho menor que en otros destinos turísticos (la concurridísima Costa Blanca, por ejemplo, o la vecina Costa Daurada) convierten esta zona litoral en una de las más atrayentes tanto para el viajero de la Comunitat como para aquellas familias foráneas que desean pasar unos días junto al mar o adquirir una segunda residencia cercana a él.

    El núcleo urbanístico de Alcossebre, perteneciente al término municipal de Alcalà de Xivert, está constituido por un conjunto de viviendas unifamiliares de estilo vacacional y pequeñas urbanizaciones que se extienden a lo largo de la línea de costa adentrándose no más de un quilómetro hacia el interior. Quienes tenemos la costumbre de mantenernos informados sobre la evolución de la restauración en nuestro país, las últimas tendencias y los destinos gastronómicos más atractivos, hemos observado últimamente como el nombre de este pueblo comienza a sonar de modo recurrente en portales de opinión de usuarios sobre restaurantes e, incluso, en blogs i guías especializadas. En algún que otro medio hemos llegado a leer artículos en los que se bautiza a la ciudad castellonense como “la Dénia del Norte”. Según parece, contribuye especialmente a ello una oferta hostelera variada y de calidad, que sabe aprovecharse de los productos del mar, y que ha optado por mantener la contención de precios como un reclamo más para cautivar a la potencial clientela.

    Atalaya: el proyecto personal de Alejandra y Emmanuel.

    Emmanuel Carlucci y Alejandra Herrador abrieron su restaurante en Alcossebre en el año 2014. Se conocieron cuando realizaban un stage en las cocinas de Martín Berasategui. Ambos habían estudiado cocina, en Castellón ella y en Barcelona él, y, a parte de la de Martín, han trabajado en grandes restaurantes como Sergi Arola, Ramón Freixa o Casa Solla. Según confiesan en la página del restaurante, pronto se dieron cuenta de que ambos se entendían a le perfección cuando había que ponerse ante los fogones y, por eso, decidieron emprender juntos esta aventura. El reconocimiento de la crítica no se hizo esperar y en el año 2019 obtuvieron el premio «Promesa de la Cocina Valenciana» por la guía de los 55 Mejores Restaurantes de la Comunitat Valenciana que edita el periódico regional Levante EMV.

    Local con encanto.

    El local se sitúa muy cerca del puerto deportivo de Alcossebre, en los bajos de una pequeña finca de apartamentos. Antes de acceder, el entorno no es muy halagüeño pues, para llegar hasta allí, hemos dejado atrás las bonitas vistas sobre el mar y, además, el bloque de viviendas ya cuenta con cierta edad. En otoño e invierno la terraza delantera está prácticamente desmantelada lo cual crea una estampa un tanto decadente. Todo cambia inmediatamente con solo cruzar el quicio de la puerta. Un amplísimo salón, aunque separado en dos estancias por una gran estantería, se abre ante nosotros. El pavimento es de parqué y las paredes de un blanco inmaculado. En ellas se ha colocado estrictamente lo necesario, evitando así distracciones superfluas para el comensal y logrando focalizar toda su atención en aquello que se presenta en la mesa. Éstas son extremadamente amplias, elegantemente vestidas y guardando entre ellas una amplia distancia (desconocemos si por las medidas de contención de la pandemia o como norma habitual de esta casa).

    Todo cuanto vemos e iremos viendo a lo largo de la comida se ha dispuesto bajo el prisma de la funcionalidad, la elegancia y el buen gusto: el mueble bodeguero, las comodísimas sillas, la original vajilla, diseñada ex profeso para el restaurante por María Duarte, madre de Alejandra, la cubertería (encantadoras las cucharillas del café, por ejemplo)… todo. Las sensaciones que percibimos son buenísimas desde principio hasta el final, cuidando todos los detalles y haciendo que las más de tres horas en las que estaremos en el local nos pasen rápidamente y sin apenas darnos cuenta.

    Menú goleta.

    Una vez tomamos asiento y provistos ya de unas ricas aceitunas encurtidas y de las primeras bebidas (una alhambra reserva en ni caso), nos ofrecen unos baldosines en los cuales podemos consultar la carta del restaurante en formato QR. No necesitamos hacerlo pues, antes de venir, ya hemos ojeado la página del lugar y venimos dispuestos a tomar el menú más largo: el goleta. Conviene citar que existen otros dos menús, el de arroz y el bergantín, y que también se puede pedir “a la carta”. Acostumbro a exponer mis conclusiones siempre al final del relato, pero en esta ocasión voy a adelantarme con alguna de ellas y ya les anticipo que el menú que pudimos degustar, a pesar de la sutileza que caracteriza la mayoría de sus platos, es contundente y un tanto desaconsejable para personas de capacidad de ingesta reducida, digámoslo así. Se compone de unos snacks, seis platos a modo de entrante, un plato de pescado, uno de carne, dos postres y los petit fours. Convendría replantearse las cantidades (quizás algún entrante menos), la proporcionalidad en los platos o, a lo sumo, advertir al comensal de la extensión y amplitud de este menú pues, como decía, tal vez no es apto para todos los públicos (léase todos los estómagos).

    Para establecer una primera toma de contacto, el tándem de cocineros nos regala una preciosa colección de snacks: esponja de aceituna; patata suflé rellena de mejillón en escabeche; coca de titaina con sardina ahumada; lionesa rellena de brandada de bacalao y caramelizada con salsa de anguila. Lejos de quedarse en un exiguo escaparate preciosista, cada uno de los bocados que configuran este pase desencadena sensaciones placenteras al paladar aunando el juego de texturas sorprendentes con sabores de potencia reseñable. Cocina en formato mini que es un clarísimo anticipo de lo que vendrá a continuación: dominio de la técnica, protagonismo del producto marino y carga sápida considerable en todos los platos.

    A los snacks les sigue el servicio del pan que se acompaña con un aceite elaborado en Alcalà de Xivert y una mantequilla de trufa de textura sedosa y con marcada presencia del preciado hongo. Como colofón a esta primera parte nos dan a probar un consomé de chipirón con su tinta y una pequeña torrija marina coronada con tallarines de calamar. Gusta especialmente el consomé de aroma y sabor penetrante aunque muy liviano en boca, exento totalmente de contenido graso.

    Royal de crustáceos, yemas de erizo e infusión de tomates asados: el emplatado finaliza ante el comensal. Sin embargo, quien ahora les escribe, ya se las promete bien felices bastante antes de que ello suceda. Empezamos a salivar sólo con ver las tres hermosas yemas de erizo que se disponen sobre la royal que cubre el fondo del plato y que resultará ser una verdadera bomba de sabor. Se acaba el plato, como decíamos, con el vertido de la sopa de tomates que tiene un punto agripicante destacable pero que no desentona para nada en el conjunto. Para mí, uno de los mejores tres pases del menú.

    Caballa al vapor, pilpil encurtido y aguacate asado: el plato parte de un concepto sencillo, pero ello no le resta ni un ápice de mérito. Perfecto el punto de la caballa, rico el pilpil y sorprendente y muy divertido el toque que aportan los daditos de aguacate cocinado.

    Vieira, panceta y salsa brava: entregados ya como estamos a la cocina de Alejandra y Emmanuel llega otro de los puntos álgidos de la comida. Molusco de tamaño considerable y potente sabor (quizás la mejor vieira que he probado), con una textura increíble y el acertado acompañamiento de la lámina de panceta y una riquísima salsa que deja su impronta sin robar protagonismo al principal.

    Tomate “de penjar” asado y allipebre de anguila: Por lo leído en la red, Alcalà de Xivert es el municipio con la mayor producción de estos tomates “de colgar”. Se recolectan en verano y se trenzan alrededor de un cordel, como formando racimos que después se cuelgan de los envigados de “la cambra” (la buhardilla o desván) para conservarlos y poder comerlos en invierno. Se evita así la podredumbre y se consigue mayor concentración sápida en el vegetal. En Atalaya se asan y se acompañan de unos dados de anguila y su allipebre tamizado. Un merecido y honroso homenaje al producto de proximidad.

    Alcachofa confitada con bagna cauda de ajo negro y sardina ahumada: Las alcachofas son otro de los productos estrella de la huerta castellonense. Recién inaugurada la temporada de esta hortaliza se le da cabida en el menú degustación con este rico guiso que se corona con una vistosa cobertura gelificada de esta salsa típica del Piamonte que aquí se prepara con ajo negro y se deja solidificar. El resultado final de ésta resulta más impactante a la vista que al paladar. Mención especial, eso sí, al trato que se le da a la alcachofa.

    “Rovellons” (níscalos), buñuelos de calabaza, yema de huevo curado, jamón de pato y trufa: otro plato típicamente otoñal (con calabaza, trufa y setas) de intenso aroma térreo, como de bosque, y gran recorrido en boca. La intensidad del guiso se suaviza con el dulzor de la calabaza aunque el plato en sí nos resulta contundente en exceso atendiendo la extensión del menú.

    Merluza, salmorreta alicantina y moluscos: Plato de corte tradicional y que cumple sobradamente con los cánones más academicistas: respeto al producto, punto exacto de cocción del pescado, reconocimiento al poso tradicional de la gastronomía valenciana con esa salsa de ñoras y ensamblaje perfecto de todos los elementos. No sorprende, no enamora, pero está muy bueno.

    Cordero dels Ports, puré de coliflor tostada, chips de coliflor y avellana: a pesar de llegar muy justos, no podemos dejar ni una pizca de la carne. Nos cautiva la textura extremadamente melosa y el sabor elegante de ésta. Atisbos de una cocción a baja temperatura, aunque no puedo afirmarlo con toda seguridad. Plato que se sitúa en un hipotético pódium del homenaje que nos estamos dando, a pesar de que disfruto cada vez un poco menos con los platos cárnicos.

    Tomates osmotizados en un almíbar al palo cortado, helado de queso fresco y espuma de yogurt: Original postre (o prepostre) que se estructura sobre el juego de ingredientes nada golosos. La dosis justa de dulzor le viene al plato de parte de los tomates que, a su vez, dotan al conjunto de un punto de acidez reforzado más aún con la salsa de yogur. Divertido.

    Frambuesa y espuma de chocolate caliente: enormemente saciados, llegamos al final del recorrido con un postre que, si bien resulta bastante más goloso que su predecesor, también juega con el punto ácido de la fruta y el contraste de temperaturas.

    Bodega y servicio a la altura de las circunstancias.

    Con todo lo expuesto anteriormente, el lector puede hacerse una idea del nivel más que notable que alcanza la propuesta culinaria de Atalaya. Cabe destacar que ésta viene acompañada además de una oferta vinícola que merece mención destacada pues la bodega del restaurante alberga un número considerable de referencias destacando, por lo poco común que resulta, un buen listado de vinos internacionales. También quedan representadas todas las zonas de producción de nuestro país y, todo ello, a unos precios muy comedidos que permiten el disfrute de buenos vinos. Salió a la mesa un Ximénez Spínola de fermentación lenta que combinó maravillosamente con la mayoría de platos.

    Otro de los puntos fuertes de la casa es el del servicio. Trato impecable el que recibimos por parte de las dos personas que atendieron en sala ese día. Amabilidad, cercanía, eficacia y aspectos que jamás podríamos haber imaginado que llegaríamos a valorar como la buena dicción a la hora de explicar los platos pues son muchos los lugares donde, últimamente, con el uso de las mascarillas, no se consigue entender bien al personal de sala.

    Bajo el ojo de la Michelín.

    Pese a su corta edad, Atalaya ha alcanzado ya el logro de verse mencionado en la prestigiosa guía roja. El reconocimiento en la categoría “Bib gourmand” que recibe desde el año 2018 y que se otorga a los lugares en los que se puede obtener “placer gastronómico por menos de 35,00 €” (cito textualmente), nos lleva a pensar que sus críticos están siguiendo muy de cerca la evolución de esta casa. Visto lo visto y, sobretodo, vivido lo vivido no es descabellado pensar que este restaurante aspira a obtener un reconocimiento de más alto rango y que, tal vez, está en disposición de conseguirlo en pocos años.

    En mi opinión, reúno argumentos suficientes para justificar que Atalaya ofrece al comensal una experiencia perfecta sea cual sea el ámbito desde el cual se analice (comida, entorno, bodega, servicio y precio) y que alcanza, e incluso supera, los estándares de calidad extrapolables en la mayoría de restaurantes estrellados que he visitado últimamente “en provincias”. El próximo año sabremos si mis predicciones son acertadas o no. Independientemente de ello, sepan que todo el equipo del restaurante y su propuesta gastronómica ya cuentan con todo mi reconocimiento y admiración.

    Podéis disfrutar de este mismo post ilustrado con imágenes en: https://www.vinowine.es/restaurantes/atalaya-las-cosas-bien-hechas.html

    Valoración media 5 5
    Cocina 5 5
    Servicio 5 5
    Local 4 4
    Servicio del vino 5 5
    Relacion calidad-precio 5 5
    • el 21 diciembre, 2020 a las 20:41
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      ¡Qué chulada! Veraneamos muchos años entre Benicassim y Alcossebre y la gastronomía no era su fuerte. Luego la cosa cambió, pero conozco mucho más la de Benicassim, que visitamos casi todos los años. Tomo buena nota porque el festival no está nada, pero que nada mal, y el precio me parece muy bueno.

      Un saludo
      Dani

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