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Ahí, en medio de “tó lo bueno” de Salamanca, en la Rúa Mayor, encontramos esta tienda gourmet que encierra, además de todas las delicatessen salmantinas, pues más cositas así de morro fino.
Una tienda pequeñita muy bien puesta, que no es barata, con cuco escaparate, todavía mejor puesto, a cuyo hechizo, a cuya llamada, no escapamos los turistas.
Jamones, embutidos ibéricos de todo tipo (¿y yo que no había oído nunca hablar de esa maravilla llamada “lomito”?), quesos, vinos, chocolates variopintos (uno incluso con torreznos)… y cómo no, hornazos y farinatos.
¿Qué sería se Salamanca sin su universidad, su hornazo y su farinato? (Sí, sí, ya, ya, aunque este último sea más propio de Ciudad Rodrigo)
Hombre, por Dios.
Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de sus moradas disfrutaron
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