A Taranxela


Teléfono: 637478260
Ubicación: A Taranxela - Quinta Sacra 27515
    Pincelo (Lugo)
    España
Horario: Cierra lunes
Momentos: Comida
Tipo de cocina: Gallega
Web: http://www.quintasacra.es/
Precio medio: 50.00€
Tapa, bebida, producto estrella: Pimientos verdes fritos

Valoración media :  
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5 estrellas de 1 valoraciones
Valoración 5 5
Relación calidad-precio 5 5
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Un comentario sobre “A Taranxela

  • el 12 septiembre, 2021 a las 07:49
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    HOSTELERÍA “HEROICA”

    Nos habían advertido de que no nos podíamos ir de la Ribeira Sacra sin navegar en catamarán por los cañones del Sil. Dada nuestra habitual improvisación en el tema viajes, no hubo manera de encontrar un catamarán por el Sil pero… recordé un teléfono que me paso una amiga gallega que siempre aconseja bien y ¡voilà! No era catamarán, no era el Sil, pero era el Miño y era una barca neumática… solo para nosotros dos.

    Se trató sin duda de la experiencia más mágica de las muchas que tuvimos la fortuna de vivir en estas singulares tierras de Ribeira Sacra. Una vivencia para el recuerdo posibilitada por la exclusiva agencia Quinta Sacra y su entusiasta propietaria, Luisa.

    Ese paseo en barca a primera hora con un encantador patrón sólo para nosotros, ese Miño que a esas tempranas horas estaba solitario, que se mostraba como un espejo oscuro y profundo, esa ascensión a la recóndita cascada, ese bañito en un recodo, ese godellito que nos sirvió el patrón para disfrutar si cabe más el trayecto de vuelta… ese aperitivo ya en tierra tras el nuevo baño en su embarcadero privado… y esa privilegiada comida en una terraza ganada a la ladera que cae hacia el embarcadero, entre el río y la tasca. Y esa siesta si quieres, porque el espacio lo tienes para todo el día y dispones de tu tumbona, tus cojines…

    Al igual que el embarcadero, la tasquita A Taranxela (a pie de río en gallego) se encuentra en Pincelo, una aldeíta de Lugo a la que es complicado acceder por lo escondida que está y por la proverbial estrechez de la carreterilla, en especial su tramo final (todavía me parto de risa al recordar cuando nos íbamos, que un capitalino que llegaba y con el que nos cruzamos, nos comentaba angustiado, sin que nosotros le preguntáramos nada, que no iba a disfrutar en absoluto del paseo en barca porque tendría recurrentes pesadillas por cómo dar la vuelta y cómo salir de ahí con el coche y qué hacer si se cruzaba con otro coche). Como decía, está en una de esas laderas en pendiente tan características de estos tramos del Miño y del Sil, y no puede ser más rústica, más pequeña y más deliciosamente destartalada. Bajo ella, el embarcadero, en el que también ponen mesas (entrañable ver los sofocos de los jóvenes camareros para evitar que las copas cayeran cuando pasaba una embarcación cerca), y entre el embarcadero y la tasquita, unos exclusivos espacios en terrazas arrancadas a la ladera. En uno de ellos nos acomodaron, solos los dos, en una amplia y rústica mesa baja de madera desnuda, viendo el río y el embarcadero pero sin ser vistos por nadie, rodeados de vegetación, integrados y camuflados en ella, y observando en la ribera de enfrente como se prodigaban milagrosa y escalonadamente las cepas de mencía orientadas al sur.

    Nos habían avisado que la comida iba a ser muy sencillita, pues no contaban apenas con medios para cocinar, pero que todo sería a base de productos frescos locales en su más rabiosa acepción (eran de los huertos anexos) y preparados con mucho amor. Y esto fue lo que comimos:

    —————
    Embutidos gallegos / Empanada de carne / Quesos gallegos / Pimientos verdes fritos / Tortilla de patatas / Ensalada de tomate / Filete de ternera a la plancha / Tarta de nueces
    —————

    De verdad, pero qué rrrrrrico estaba todo, ¡incluido el pan!, es que cómo la gozamos. Sabores de siempre… de siempre menos de ahora, que ya no los encuentras. Es que todo era TOP, te inundaba la boca de sabores primigenios y la mente de recuerdos. Qué chorizo, qué queso semiblando, qué empanada, qué ternera, qué tarta de nueces (como la de Santiago, pero de nueces en lugar de almendras), y dejo para el final el tomate, ¡qué tomate! y… los pimientos. Nos preguntaban si queríamos repetir de todo, no podíamos porque nos pusimos morados, pero hicimos una excepción con los pimientos verdes fritos, qué escándalo, venga va, voy a ser superlativo Dani: ¿los mejores pimientos verdes que he tomado en mi vida? No lo puedo asegurar, pero sí que puedo asegurar que los mejores que he tomado en los últimos 35 años de mi vida. Diossssssssssss, qué PIMIENTOS, sin más, pimientos, con todo el sabor de los pimientos, ni más ni menos, toda la esencia ya perdida en casi todas las descastadas simientes actuales. Mataría por poder comer pimientos verdes de Pincelo todas las semanas.

    Vinos, pues blanco y tinto, no había dónde elegir, pero amigo, dos vinos de la zona que nos cautivaron, ambos de Adegas Amedo: As Glorias 2020 el blanco, y el tinto Pedro Bernal 2019. El primero mayoritariamente godello, cómo no, y el segundo mencía, cómo no de nuevo, con un aporte de treixadura, albariño y torrontés en el caso del blanco. Creo recordar que terminamos las dos botellas y… repetimos, como con los pimientos 😉

    El servicio… pues es el que ha provocado que titule esta reseña como “Hostelería heroica”. De muchos es conocido el término “viticultura heroica”, que es precisamente la viticultura que se practica en la zona, y que se denomina así por lo extremo de su ejecución, con esas empinadas laderas en las que generaciones de gallegos han ido construyendo con el paso de los siglos terrazas de piedra para que las vides puedan crecer, esos esfuerzos inhumanos para lograr trabajarlas, esas vendimias “imposibles” con los vendimiadores en muchas ocasiones traballando colgados de una cuerda… Pues bien, si existe viticultura heroica, existe hostelería heroica, y es la que desarrollan estos amigos de Quinta Sacra en su tasca A Taranxela, cocinando en un minúsculo y poco dotado habitáculo, y subiendo y bajando la comida y bebida por esa encaramada ladera, a la que han ganado espacios donde poner unas mesas, luchando contra las olitas para que el resto de mesas, las que han puesto en el pequeño pantalán, no se descuajeringuen con los movimientos del Miño…

    Y con qué buen gusto todo, con qué buen humor, y con qué acierto. Qué buena gente.

    Inolvidable.

    Gracias Quinta Sacra. Gracias Luisa.

    Valoración 5
    Relación calidad-precio 5

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