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El archifamoso “Pepe el guarro”, cuya fama ha transcendido las fronteras del barrio. Un popular bar de mi barrio de toda la vida, famoso por sus tapas de alitas de pollo que se dan gratis con las consumiciones.
Hacía tiempo que no volvía a un lugar mítico de mi juventud, pero la vuelta al barrio que me vio nacer me ha permitido volver a visitarlo, más con interés etnográfico y antropológico que evidentemente gastronómico. El caso es que las famosas alitas parecen haber mejorado, menos grasientas y saladas. También pedimos un torrezno, que no estaba nada mal.
El bar es un bar de batalla, típico de barrio, con decoración abigarrada, rozando lo políticamente incorrecto (hay una botella con el careto de Franco), limpieza cuestionable (aunque no es tan guarro como el sobrenombre indica), camareros atentos al corte, tanto a las comandas como a los chascarrillos y lugares comunes, suelo lleno de porquería, como era un bar de los de antes, siempre lleno hasta la bandera.
A veces, cuando ya llevas varias rondas, cambian la temática de la tapa y te ponen unas patatas dos salsas (esto es pseudobrava y pseudoalioli), que también sirven para llenar la panza.
Tienen terraza exterior, terraza interior que no recuerdo haber visitado y salón restaurante, que tampoco he visitado.
También tienen la costumbre de tocar una campana/cencerro y gritar muy alto “boooote” cuando alguien deja propina.
Héroes de barrio.
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