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Empiezo por el final: Merece la pena el desvío y el viaje. Con lo que eso significa (guiño-guiño-codazo-codazo).
Pues uno de los lugares que me hacían más ilu visitar en mi periplo vacacional. En la pequeña población vizcaína de Gamiz-Fika… que bueno, es la unión de las dos poblaciones (en total algo así como 1400 habitantes), se encuentra esta taberna. Porque es eso, una taberna en el pueblo. Con su terracita para tomarte un algo, su barra para idem, en la que tienen alguna coseja para picotear. Tres o cuatro cosillas, no más. Anchoa, empanada (que es empanadilla, pero es que uno de los encargaos del asunto es argentino, y el otro vasco), bonito, gilda. Y ya. Y tras una pequeña pared que pasa desapercibida se encuentra el comedor. Coquetuelo él. Muy de casa de comidas, y sin embargo bien vestido. Sillas de taberna, pero mantel y servilleta de hilo. Vaso y jarra de agua de una ceramista vitoriana que las hace para ellos y son chulérrimas. Te atienden, se presentan, se ocupan… Gente maja.
Menú concreto: Seis platos. Puedes pedir, uno, dos o los que quieras… Y claro, siendo tan escueta se hace apetecible hacerlo completo, al precio de 60 EUR. Hay un par de añadidos posibles, a saber, la empanada (empanadilla) de gallina y el queso. Miras la carta de vinos. Y así como los platos son seis contados la carta de vinos es… ¡¡ ¿¿ 15 o 20 páginas ?? !! Maemía que zurro de vinos tiene esta gente. Interesantes, no de los comerciales habituales. Tienen interés. Y justo estando allí llegó uno de sus distribuidores trayéndoles uno a probar a base de callet mallorquín.
Cocina. Mola. No es kilómetro cero, es casi cocina de vecindad. El tomate de su vecino de Fika, las setas de otro colega suyo del pueblo, con flor de calabacín del huerto del mismo vecino del tomate, y que va acompañada de un elegantísima salsa de tinta de calamar; que vino después, el cuerpo a la brasa, tentáculos en fritura “a la andaluza” y por otro lado la cococha, con una salsita a base de piparra. Excelentes las pochas con longueirones. Rico plato el de la merluza con pimiento, si bien el pececillo pelín pasado de punto como les comenté. La leche cruda, de una granja del pueblo de al lado, quemada y convertida en helado, con higuera del patio que ves y maíz del molino de Gamiz; uno de los pocos que quedan en activo para la molienda del txakinarto. Finalmente otro postre más con una suerte de crema de txakinarto, que tiene un nombre local, pero en mi cabeza permanece como artoa zopak, aunque aquí no se llama así. Y todo esto comenzó con una rica mantequilla “Las nieves”, con copos de pimiento choricero; esos pimientos que ves colgados secándose al entrar.
Una felicidad de sitio. Este rico menú que repetiría ahora mismo, con una copa de fino de Gutiérrez-Colosía, el rico pan de la panadería Iza (Orozko) y café con hielo por 70 EUR ralos.
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