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Un complejo emblemático de La Cañada valenciana, que, después de permanecer décadas en las mismas manos, entrando en decadencia al final de esta etapa, se vendió un pñar de años atrás a unos propietarios orientales, quienes lo reformaron de arriba abajo acometiendo una gran inversión, y de repente, cuando parecía que el negocio marchaba sobre ruedas, cerraron dos meses en principio por descanso… y ya no abrieron ¿?
Hace tres meses, para alegría de los que vivimos por allá, ha vuelto a abrir, tras comprarlo unos hosteleros occidentales.
Se aprecia rápido una gran mejoría en la gestión, con unos camareros implicados y bien dirigidos, y una cuidada cocina.
El complejo tiene hotel (que no sé si han abierto), restaurante “serio” con su propia terraza, y dos zonas más que ellos llaman “Pergola” y “Terraza”, y que tienen su propia carta, mucho más informal, y de la que os hablaré en la sección de TTT’s.
En su conjunto, está muy guapo, con llamativa entrada, mucha vegetación, bonitas instalaciones exteriores, y la sala del restaurante, que es de lo que vamos a hablar, amplia, grandes ventanales, techos altos, bodega acristalada, mesas bien vestidas y equipadas y con separación holgada entre ellas.
La carta no es ni larga ni corta, sino todo lo contrario, aunque yo la esperaba más extensa. Referencias de corte mediterráneo clásico con los ya habituales toques de actualización.
Tres comensales, siguiendo la imparable tendencia de #compartiresvivir…
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• Texturas de tomate. Tomate del Perelló laminado, con espuma de salmorejo y ventresca
• Berenjena a la brasa. Glaseada con salsa de miso y miel con mayo hoisin
• Steak tartar. En quenelle, con yema curada
• Vieiras beurre blanc de kaffir con caviar. Vieiras frescas con una salsa clásica con base de mantequilla, con caviar y aromatizadas con hoja de lima kaffir
• Tataki de atún de almadraba. Marcado a la brasa con brotes de rúcula y aliño cítrico
• Corvina. De estero con kimchi de lombarda
• Tarta de queso. Scamorza ahumada y helado de maracuyá
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Superó expectativas que, dicho sea de paso, no eran altas. Salimos contentos.
Vimos gente con ganas de agradar, tanto en sala como en cocina, un equipo bien conjuntado y motivado.
Intentan dar un punto sofisticado a algunos platos, como el extra de caviar para las vieiras, o la yema curada rallada ante ti sobre tu plato de steak tartar, cual trufa negra.
El resultado, culinariamente hablando, es correcto con perspectivas de mejora. Buen género, cocina solvente, emplatados discretos con algún golpecito de clase.
Lo único que no me agradó fue la liturgia de la yema curada rallada, con los consabidos guantes negros y tal, lo vi algo pretencioso y que no aportaba nada, al revés, restaba, pues la yema curada sustituía a la cruda, y el steak tartar adolecía de falta de ligazón y melosidad, una pena, porque la carne era buena.
Tema vinos, sorpresón de los buenos, y no por la carta, que aunque de perfil conservador, no estaba mal, sino porque, como yo estaba de ramadán esos días, pregunté qué posibilidades había por copas y me contestaron que… todos los de la carta. Tooomaaaaaaaa. Coravin power. Me decidí por una copita de Mauro 2021 que disfruté como un gorrín.
Volveremos, pero intentaremos que sea a la terraza del restaurante (también a la de la Pérgola, pero eso es otro rollo), y lo haremos porque hacía un frío que te pelas en la sala, ese aire era glacial y dirigido a la cabeza del sufrido comensal. Menos mal que llevaba una gorra, no quedó muy apropiado lo de ir cubierto en interior, pero… ya sabéis, ande yo caliente y… 😉
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Guantes negros: https://elpais.com/gastronomia/2025-05-30/la-guarrada-de-usar-guantes-de-plastico.html
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Jaja, y el tío dice que no es tiquismiquis! Tiquismiquis no sé, pero aprensivo…
Lo que no es óbice, obstáculo ni valladar para darle la razón.
🙂
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Tiquismiquis y pejiguera. Sin obviar, no obstante, las enseñanzas de mi abuela: Quien repara en pelos no lo cata.
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