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Quién nos iba a decir a mi hija pequeña y a mí que íbamos a terminar ese día comiendo en Friburgo. Y sí, ahí estábamos desde las 10 de la mañana, en Friburgo, en el alemán, no en el suizo, Friburgo de Brisgovia. Nos levantamos esa mañana en Basilea (Suiza), y como nos la habíamos pateado a saco el día anterior, desperezándonos, miramos alguna ciudad interesante con buena comunicación ferroviaria y que no hiciera tropecientos bajo cero. Vimos esta opción, nos duchamos cagando melodías y pillamos un tren in extremis. Dos horas después de tomar la decisión, estábamos en esta preciosa ciudad alemana, capital de la Selva Negra.
Intenso e improvisado tour pedestre a nuestra bola por la ciudad, queeeé bonita y queeeé frío, con el disgusto de que ese día, justo ese día, y sólo ese día, cerraban por no sé qué motivo su célebre mercadillo navideño (por lo menos me ahorré el tener que tomarme el infernal glühwein de rigor, o aún peor, la glühbier), tour que dimos por terminado en una zona en la que vimos una taberna como que muy entrañable que estaba en una plaza como que muy entrañable y en la que nos metimos sin tener referencia alguna.
La “posada del hombre rudo”, ese es el nombre traducido de esta taberna, Gasthaus zum Rauhen Mann. Muy tradicional, muy alemanota, pero con puntillo acogedor y, como decía, entrañable. Una sala tubular, iluminación intimista, con las mesas y asientos dispuestas como en forma de vagón de tren, con separadores entre ellas, con su velita (que acabó, jocosamente para mi hija, prendiendo el papel (¿papel? ¡normal que combustione!) que la soportaba… Muy a gustito.
Mientras echábamos un ojo a la carta, nos tomamos unas cervezas de trigo de la zona, Ganter, una con y otra sin, estupendas ambas, la primera vez que tomaba una cerveza de trigo, y de barril, sin.
La carta, no podía ser de otra manera, muy tradicional, recogiendo todas las especialidades regionales alemanas, en especial de la Selva Negra, y con un apartado dedicado a la caza. Dudaba yo entre tomarme un buen estofado tradicional, un gulash de jabalí o un escalope de corzo. Me apetecía guisote, por lo que descarté el corzo… y me dijeron que el gulash se había acabado, así que me alegré de no tener que decidir, me dolía tomar esa decisión, era yo un mar de dudas. Al final esta fue nuestra apuesta:
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• Zwiebelsuppe (Sopa de cebolla con tostones de queso)
• Kasespätzle (Pasta suave en forma de gnochis con queso)
• Badischer sauerbraten (Estofado de vaca al vinagre con spätzle y ensalada variada)
• Parfait Selva Negra con cerezas calientes y nata
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De verdad que comimos bien, juer, con el ejercicio que habíamos hecho y el frío que habíamos pasado, es que nos sentó de miedo. Todo muy auténtico, tradicional, y sabroso.
La sopa de cebolla, rústica. con la cebolla confitadita y muy especiada y con sus tostones de queso en un fondo muy cárnico, de morirse, adiós al frío; los kasespätzle, más normalitos, pero ese queso les daba mucha vidilla (nada que ver con los spätzle que acompañaban el estofado, los mismos pero sin queso, hay que ver cómo cambia, sin queso no podían ser más anodinos); el badischer sauerbraten, de miedo, cómo me ponen a mí estos estofados centro y noreuropeos, éste tenía la particularidad de llevar ese punto avinagrado que me mola mucho (me recordó al “saure leberle”, hígado agrio, que probé un par de años atrás en Konstanz), y de que la carne no era en trozos, eran dos gruesos filetacos de babilla de ternera previamente macerados y bañados por esa salsa enloquecedora de vino tinto y el mencionado vinagrillo; el postre, “parfait Selva Negra”, bien, lo mejor las cerezas asadas, enormes y carnosas.
Para beber, pedí que me sacaran por copas algún tinto local, y me sacaron un Weingut Faber Freiburg Spätburgunder Rotwein trocken 2024, amable, fresco, ligero.
El servicio lo prestaba un alemán pequeño, robusto, sonrosado… y tosco (¿de ahí el nombre de la taberna? jaja) pero que luego resultó ser majísimo, a su manera, Tornike se llamaba. No veas como manejaba el tema, qué expeditivo el tío.
Pues eso, que muy bien, volveré si caigo de nuevo por Friburgo, a probar la caza, me quedé con el run run. Y qué alegría al ver la cuenta y comprobar que… efectivamente estábamos en Alemania, no en Suiza.
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