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Recién aterrizado en Suiza, el retraso en el vuelo nos dejó pocas opciones para elegir dónde cenar dados los estrictos horarios helvéticos. Me llevaron a este Zum Braunen Mutz porque “tiene horarios amplios de apertura, es agradable y se come bien”. Y oye, las tres cosas son ciertas.
Está ubicado en Barfüsserplatz, en pleno centro de Basilea, una plaza de lo más señorial, vivida y concurrida, como el imponente edificio en cuyos bajos se encuentra este establecimiento, una gran cervecería tradicional suiza. A posteriori he visto que tiene mucho reconocimiento en el país, figurando en publicaciones que hablan de las instituciones culinarias suizas.
Zum Braunen Mutz está abierta desde 1914, respira rusticidad, sencillez, tradición y solera, con oscuras maderas nobles por todos lados, algún arco abovedado, los típicos mosaicos de colores.
La oferta gastronómica es la esperada: honesta cocina tradicional suiza, una cocina con influencias alemanas, francesas, austriacas… y las fondue y raclette autóctonas.
Pedimos para compartir:
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• Wienershnitzel Jägerart (Escalope vienés de ternera con salsa de champiñones)
• Kalbsbratswurst (Salchicha de ternera con rösti y salsa de cebolla)
• Steak tartar
• Apfelkuchen (Tarta de manzana con helado de vainilla)
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Pues eso, como que mucha honestidad y franqueza, nada es para tirar cohetes, pero todo está bueno, sales satisfecho. Tremendo cómo picaba el steak tartar, me lo tuve que comer yo todo por ese motivo.
Bebimos una cervecita para comenzar, y seguimos con vino, que oye, tienen cositas, más de las esperadas, y por copas alguna también, como el resultón Wintersinger Blauburgunder 2023 (Baselland – Suiza) que pedimos.
Andaba yo confuso con la heterogeneidad de la parroquia que esa noche concurrimos en esta cervecería, pues por las horas y la tipicidad se intuía más enfocado a turistas, pero no lo parecían muchos de ellos… Así que pregunté y me dijeron que turistas tienen, claro, pero que siempre tenían muchas mesas de suizos, que a ellos les encanta su cocina tradicional y este tipo de cervecerías, y que, además, como en esa misma plaza están la Ópera y un teatro, después de las funciones es habitual que se pasen por allá a cenar y lo peten.
Aprovechando ese horario de apertura y esa “verdá” de su cocina, volveremos en otro viaje, y probaremos alguna fondue o raclette y, si vamos varios, la especialidad de la casa, el “cordon bleu de medio metro relleno de queso de montaña”.
P.D.: Precio… pues para Suiza, correcto, para el resto de los mortales, carísimo.
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Estuve en Basilea en 2009, pero no tengo recuerdos de ningún sitio donde comí.
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Por aquí iré contando algunos otros… Yo había estado en otras ciudades suizas, pero no en Basilea.
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Qué país más bonito, pero no es país para pobres.
Te podías haber bebido un Sommos del Somontano por 100 euros.
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