Gabriel era la G de GAUDARU. Pocos lo saben, pero sí, Gabriel Argumosa Trueba era la G de GAUDARU.
Han pasado apenas 15 días desde que nos dejó, y ya le estoy echando de menos pese a que últimamente teníamos menor contacto. Se agolpan los recuerdos, que me sobrevienen constantemente. Recuerdos… es que son muchos recuerdos, muchas vivencias juntos. Y qué calidad e intensidad de vivencias.
Porque una comida con Gabriel, un audio con Gabriel, una llamada con Gabriel… valía por 7. Era un tipo tan “placeao” (como él decía de mí jocosamente), tan bregado, con una estructura mental tan sólida y preclara, con una inteligencia natural y adquirida tan brillante, con una manera de expresarse tan pedagógica y directa, que comer con él, cruzar un audio, o entablar una conversación telefónica, era toda una experiencia.
Era alguien que aportaba. Era alguien que ilustraba. Era alguien que enriquecía. Alguien del que aprendías.
Y todo a su manera, tan peculiar, con esa austeridad emocional externa, sin mostrar nada parecido al cariño o al afecto. Pero de alguna manera, tú sabías que te apreciaba.
Aquellos diálogos en Verema en los que respiramos afinidad, aquella primera cena en la antigua Salita, en la que nos conocimos personalmente, aquella otra entrañable en el Malke, aquellas comidas en mi casa o en su adorada Cantabria… Aquella jornada trufera en Soria, aquellos pinchos en Zamora (“¡¡¡5 que síiiiii, 5 que nooooo!!!”), aquella “receta de garbanzos del Dr. Argumosa” en Astorga, aquel cocido maragato en Castrillo de Polvazares (donde Maruja, cómo no, le otorgó a él las tres guindas de capitán general), aquellas idílicas comidas en Las Piscinas de Villacarriedo, las cenas en El Riojano, los vinos en La Cigaleña, aquellas variopintas y multilocales quedadas con Los Restauranteros, los cientos de audios para gestar esta peña, para crear y lanzar GAUDARU…
O aquella inolvidable experiencia que nos regaló en Noja en la que nos demostró la influencia de la luna en el sabor de las carnes. Sí, sí, lo que oyes. Ahí fue donde, ante unos pocos elegidos, escenificó su verdadero yo, en el que se aunaban su vertiente académica (formación y ejercicio como médico), con su origen montañés (infancia y juventud en entorno rural cántabro), con su alma de gastrónomo.
El otro día, hablando con su hijo Marcos, a quien Gabriel no podía querer más, me decía que “padres hay muchos, todos tienen un padre, pero una cosa es un padre, y otra es un padre como Gabriel, un padre al que yo admiraba, del que me sentía orgulloso”. Y yo, al colgar, pensaba que, aunque salvando obviamente las distancias, lo mismo pasa con los amigos. Yo veía mi amistad con Gabriel del mismo modo que Marcos veía su paternidad.
Gabriel era, es, y seguirá siendo, la G de GAUDARU. Y la de GRACIAS: gracias por todo Gabriel, siempre vivirás en mi pensamiento.
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Qué tristeza… lo conocí hace mucho años por mi padre en uno de los encuentros que describe y ya por entonces me dio la sensación de ser un gran y buen hombre. Es bonito saber que efectivamente será recordado de esa manera única no solo por él, sino por todos.
Hay personas que dejan huella para siempre.
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